Como esa complicidad de "pereza y claridad" de una mañana de fin de semana: el despertador no sonó, la luz del sol se coló primero en la habitación, tú fríes los huevos lentamente, el sonido del aceite en la sartén es más animado que los mensajes del celular.
La vida debería ser así, con este ritmo "cómodo" — sin tener que luchar con los electrodomésticos, la cafetera recuerda cuánto azúcar te gusta, y siempre puedes encontrar el chocolate que escondiste la semana pasada en el viejo suéter.
Los días son así, lo problemático es el proceso, no el modo de vivir. Menos leer manuales, más seguir la
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